6.1 APOCALIPSIS

1. - Introducción  - Situar el libro (autor, fecha, lugar, destinatarios).

Lo escribió Juan. Lo dice el libro cuatro veces, la primera en el primer versículo. Más explícitamente en el capítulo 1, 9: "Yo, Juan, hermano vuestro, que por amor a Jesucristo, comparto con ustedes el sufrimiento...".

Pero ¿qué Juan? Unos piensan que el evangelista, autor del cuarto evangelio y de algunas cartas. Así se pensó los dos primeros siglos de la vida de la Iglesia. 

En el siglo tercero comienzan las discrepancias, a partir de Dionisio de Alejandría. El autor no se califica de apóstol, sino de profeta, como puedes ver en varios versículos del capítulo 22º, en los que se habla del contenido del libro como de una profecía. Parece que la atribución al apóstol Juan (pseudonimia) es un conocido recurso para hacer fuerza de cara a introducirlo en el canon. De hecho, tardó bastante en ser reconocido como libro inspirado. Era frecuente poner los escritos bajo el paraguas de un personaje importante que le diera prestigio y animara a su lectura y aceptación. En los libros apocalípticos del Antiguo Testamento era casi lo habitual.

Si no fue Juan, podemos pensar en algún discípulo suyo, de la misma Iglesia joánica. 

 ¿Cuándo lo escribió? A finales del siglo primero. San Ireneo, que vivió en el siglo II, dice que "al final del reinado de Domiciano" y éste murió el año 96.

Pero no faltan quienes piensan de forma distinta. Éstos lo sitúan escrito en los años de la persecución de Nerón (años 54-68) o de Trajano (años 98-117). O que se comenzó en tiempos de la persecución de Nerón y se terminó en la de Trajano.

¿Dónde se escribió? En la isla de Patmos. Esta pequeña y desértica isla del mar Egeo era una cárcel natural en la que Juan padeció el destierro durante algunos años, "por haber predicado la Palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesucristo" (1, 9). 

Algunos autores piensan en Éfeso por el conocimiento que muestra de la región. En este caso, la tradición de situarlo en Patmos se debería más bien al intento de animar a las comunidades cristianas tan perseguidas por Domiciano, simplemente por negarse a dar culto al emperador.

Destinatarios, ¿para quiénes escribió? Juan escribió para las siete Iglesias. Él mismo lo dice: "Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como una trompeta que decía: Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea". (Apocalipsis 1, 10-11).

Eran iglesias que sufrían la persecución y en ellas pensaba Juan para darles un mensaje de esperanza. Juan no pensó en nosotros, ni en los que habían de creer. Él vivió con la conciencia de una pronta intervención de Dios para acabar con el caos reinante y, consecuentemente, no alargó la vista adelante.

2. - Los grandes temas del Apocalipsis.

En el primer bloque, las cartas a las siete iglesias, el tema es la conversión.

El tema del segundo bloque es la esperanza en el triunfo definitivo de Dios, tras la larga lucha con las fuerzas del mal.

Las iglesias estaban siendo perseguidas y lo estaban pasando mal. Algunas de ellas habían bajado en su primer fervor. Hay que mantener la fe primera recibida de Jesús. A esto va destinada la primera parte. A cada una de las siete iglesias, le va a dar un repaso y la va a invitar a la conversión.

En la segunda parte está presente el dualismo de las fuerzas del mal y el bien siempre presentes en el mundo. El mal continuamente ataca a la Iglesia, pero también está presente la fuerza del bien, esto es del "Cordero de pie, aunque degollado". Es el triunfo pascual de Jesús (por eso está de pie), aunque previamente muerto en la cruz.

El Apocalipsis entero está reflejado en la parábola del trigo y la cizaña. El bien y el mal juntos en la historia, pero al final el mal será extinguido, echado al fuego y sólo quedará el trigo limpio de los elegidos.  

3. - ¿Estamos ante un libro profético o apocalíptico?

El libro comienza con la palabra revelación, (en griego Apocalipsis) : "Ésta es la revelación que Dios confió a Jesucristo..." (Apocalipsis 1, 1). Pero también se presenta como una profecía: se habla de que es un mensaje profético. "Dichoso quien haga caso del mensaje profético contenido en este libro" (Apocalipsis 22, 7).

¿Profético o apocalíptico? Terminaremos diciendo que las dos cosas, dependiendo del momento, y que el contenido es profético y la forma es apocalíptica.

"Apocalipsis: revelación de los misterios ocultos del fin de los tiempos, con imágenes y signos de fuerte carácter evocativo y/o mítico" y "Profecía: Palabra proclamada en nombre de Dios, denunciando al pueblo o anunciando su salvación".

"También se entienden por apocalíptica un género literario que surge en tiempo de crisis y que tiene por objeto levantar los ánimos e infundir esperanza en el triunfo final del bien sobre el mal". Como género literario surgió en el seno del judaísmo entre los siglos II antes de Cristo y el I después de Cristo, más o menos.

El género apocalíptico no mira al presente, sino al fin del mundo que llega entre catástrofes y calamidades. Su lenguaje es críptico, esotérico, oculto, lleno de símbolos e imágenes que hay que conocer para entenderlo: el sentido de la vista está por encima del sentido del lenguaje. La palabra al servicio de la visión. Es determinista, es decir, al hombre le queda poco espacio de maniobra y libertad; es como si ya todo estuviera determinado por Dios, cuyos planes se han de cumplir porque el mundo está tan podrido que ya no tiene remedio, sin hueco para el azar o la acción del hombre. Incluso subyace un fuerte dualismo: hay un enfrentamiento continuo entre las fuerzas del mal, del maligno, del diablo, y las fuerzas del bien, de Dios y sus ejércitos.

El género profético es distinto. La profecía no es determinista. Es el hombre el que tiene que hacer la historia que Dios quiere, mediante su acomodación a la Palabra. El profeta busca la transformación del mundo, mediante la conversión del hombre a quien se dirige, mientras que para el apocalíptico la historia está tan podrida que ya el hombre nada puede hacer por cambiarla, tiene que venir Dios a aniquilar lo que hay y construir un mundo nuevo. El profeta mira al presente y también al futuro. Aquí no hay, normalmente, una visión sino una palabra: "Esto dice el Señor" o "Palabra del Señor" u "Oráculo del Señor".

En el Apocalipsis se mezclan las dos tradiciones. Podemos decir de una manera general, que la forma en que se expresa el libro es de género apocalíptico, mientras que el contenido general responde a una teología de la historia en línea profética.

Este dualismo también lo encontramos en el evangelio de Juan: luz-tiniebla, vida-muerte, mentira-verdad.  

4.  Estructura interna del libro del Apocalipsis.

Está dividido en dos partes muy desiguales en extensión, además de un prólogo (Apocalipsis 1, 1-8), y un epílogo (Apocalipsis 22, 6-21). El prólogo y el epílogo contienen, como siempre, una presentación del libro y una conclusión general.

Las dos partes centrales responden al plan de la obra que expone Juan en el capítulo primero, versículo 19. "Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo (1ª parte) y lo que ha de suceder más tarde (2ª parte)".

Lo que está sucediendo (Apocalipsis 1, 8 al capítulo 3º, incluido). El autor hace una introducción general a las siete cartas y, en los capítulos 2º y 3º, escribe estas cartas siempre con el mismo esquema. El comienzo recuerda al estilo profético: "Esto dice...". Sigue con un "Conozco tus obras...", tras el cual describe la situación en que se encuentra esa iglesia. A continuación, Jesucristo dirige una palabra a cada iglesia, cuyo contenido está en función de la situación que denuncie. Puede ser una palabra de represión por una mala situación interna, en cuyo caso la anima a la conversión, o una exhortación a seguir en su comportamiento, si éste es positivo. Invitación a una reflexión sobre el contenido de la carta: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice...". Concluyen las cartas prometiendo la felicidad eterna a los que perseveren hasta el fin. Este esquema se repite en todas.

Lo que ha de suceder (Apocalipsis 4º al 22, 5). Cinco secciones.

La primera (capítulos 4º-5º) tiene un carácter introductorio, de presentación de los elementos y personajes que, posteriormente, nos vamos a encontrar: Dios, el cordero en pie, pero degollado y el libro de los siete sellos.

La segunda (capítulos 6º7º) está dedicada a los siete sellos, que encierran en un libro el sentido de la historia y Cristo va desvelando ese sentido, abriendo uno a uno los siete sellos.

La tercera (capítulos 8º-11, 14), las siete trompetas. Sigue desvelando, a golpe de trompeta, en sentido de la historia como una lucha entre el bien y el mal.

En la cuarta (capítulos 11º, 15º-16, 16), esa lucha entre el bien y el mal, siempre presente en la historia, se personifica en la mujer y el dragón. Los capítulos 12º y 13º son el corazón del Apocalipsis.

Y la quinta sección (capítulos 16º, 17º-22, 5) que tiene un carácter conclusivo: derrota definitiva del mal (encarnado en Babilonia) y triunfo apoteósico de Cristo, el Cordero.  

5. El simbolismo del Apocalipsis.

"Apocalipsis" significa "revelar algo oculto". Eso que quiere revelar (el sentido teológico de la historia), no lo hace directamente, sino a través de símbolos. ¿Qué quiere decir el Apocalipsis con la expresión "el cordero tenía siete cuernos"? Pues quiere decir que Jesucristo tiene todo el poder. Jesús es el cordero de Dios, que el siete es el número que representa la totalidad o plenitud y que el cuerno es el signo del poder.

Otro ejemplo: Jesús es el "león de Judá", porque tiene las características conocidas de este animal: poder, fuerza, sabiduría, etc. Veamos los símbolos más utilizados en el Apocalipsis.

Numéricos: Además de su sentido real (siete es seis más uno) en todas partes el número tiene un sentido simbólico. En la simbología bíblica, 3 repitiendo un adjetivo lo pone en grado superlativo, que ellos lo desconocían. Santo, Santo, Santo es igual que Santísimo.

4 son los puntos cardinales por lo que indica universalidad, refiriéndose normalmente a realidades naturales.

7 es el número que más se repite en este libro, unas 54 veces. Es un número sagrado. Significa totalidad, plenitud. Las cartas a las siete iglesias van dirigidas a la totalidad de las iglesias. El siete y sus múltiplos salen infinidad de veces.

El 6 es siete menos uno, por tanto totalidad incompleta. El 3´5 es la mitad de siete, mucho más incompleto, que no alcanza la perfección. Como el 14 sería doblemente completo o perfecto.

10 significa mucho, como sus múltiplos. Diez son los dedos de la mano, ahí están todos.

12 significa perfección. Doce eran las tribus de Israel, por tanto, también este número es sagrado. Y doce son los apóstoles de Jesús. El número de los salvados es según el apocalipsis de 144.000, es decir, doce por doce por mil, que es un múltiplo de diez. Nos están diciendo que los salvados son incontables.

Cromáticos, los colores. Cada uno de ellos tiene también un valor simbólico, además del real. También para nosotros, el blanco significa la pureza y el negro significa el luto. El blanco significa la dignidad (barba blanca del anciano), también la victoria. Apocalipsis 7, 10: "Vestían de blanco y llevaban palmas en las manos y gritaban: la victoria es de nuestro Dios".

El rojo, la sangre, la violencia, el martirio, la guerra, la crueldad. La liturgia de la Iglesia también usa el rojo para la misa, por ejemplo, del martirio de Juan el Bautista.

El morado y escarlata lo usaban mucho los emperadores, por lo que significan lujo, pompa, lujuria.

El negro, como nosotros, desgracia, muerte, fatalidad. También el amarillo significa muerte, porque es el color de los cadáveres.

El verde, que en nuestra liturgia significa la esperanza, aquí más bien significa la caducidad de la vida, la cercanía de la muerte.

El oro, metal sublime, la cercanía a la divinidad. Etc...  

Animales o sus partes. El cuerno, ya dijimos que poder. Las alas, movilidad, capacidad de desplazamiento. Llevar sobre alas de águila significa la providencia con que Dios guía a su pueblo. Los monstruos, dragones o bestias representan el mal. El cordero a Jesús, cordero de Dios.

Cósmicos (del mundo). Son teofanías, significan la presencia de Dios entre los hombres. Un Dios que es trascendente, inmenso. Los terremotos, vientos fuertes, luna desangrándose, sol oscurecido o ennegrecido. Ante esta grandeza el hombre se encoge y reconoce la grandeza de Dios. Algunos tienen resonancia del Antiguo Testamento.

La mujer puede significar, un pueblo, una ciudad o la Iglesia; un ángel es mensajero o representante de Dios; el alfa y la omega son la primera y última letra del alfabeto griego, por tanto el principio y el fin, Cristo: todo lo del Padre está dicho en Él, como todo se puede decir con las letras que están entre el alfa y la omega. Las estrellas son seres altos, nobles, puros, como ángeles. El nombre define a la persona, la representa. El libro representa lo que Dios tiene escrito, el mensaje de Dios. Los vestidos representan el comportamiento: "Vestían de blanco" (Apocalipsis 7, 9) quiere decir que tenían un comportamiento impecable, limpio. Etc...

¿Por qué está escrito así el Apocalipsis? "El autor se ve coaccionado a escribir de esta manera, porque el mensaje que quiere transmitir así se lo impone. La victoria de Cristo ha cambiado el curso del tiempo y las dimensiones del espacio; su luz nueva baña por completo nuestra realidad y llena de sentido los acontecimientos de nuestra historia: éstos quedan transfigurados por la presencia de Cristo. Y solamente el símbolo es capaz de superar el convencionalismo de nuestro lenguaje, elevar lo concreto a una dimensión trascendente y abrirlo a una contemplación misteriosa"

6. - Prólogo del Apocalipsis.

Dice así: "Ésta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando a su siervo Juan. Éste narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el momento está cerca.

Juan a las siete Iglesias de Asia: gracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra.

Aquel que nos amó, nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A Él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

¡Miren! Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que le atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice Dios: Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso" (Apocalipsis 1, 1-8).

Las bienaventuranzas. Versículo 3: "Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía". El libro trae siete bienaventuranzas. Esta primera y la última son prácticamente iguales y van dirigidas al lector u oyente. Dice la última: "¡Dichoso el que preste atención a las palabras proféticas de este libro!" (22, 7). Las otras cinco van dirigidas a los vencedores en Cristo.  

7. Lo que está sucediendo

(Cartas a las Iglesias, Apocalipsis 1, 9 al capítulo 3º entero).

Antes, como introducción, hay una visión. Tiene lugar un domingo, el día del Señor, en un ambiente de liturgia solemne, como nuestra misa dominical. Jesús se le presenta al vidente Juan, vestido de blanco, como en la transfiguración del monte Tabor.

Este signo y todos los demás quieren expresar la trascendencia de Dios. Ahora viene como juez que trae en sus manos las llaves de la muerte y del infierno para abrir y cerrar, es decir, para juzgar a las siete Iglesias. Reacción de Juan ante la visión y las palabras que le dirige aquella figura humana, que no es otra que Jesús: "Al verla, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Infierno. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde" (Apocalipsis 1, 17-19). Presencia de siete candelabros, representando a las siete iglesias. Un signo de Israel era el candelabro de siete brazos. Siete, por tanto, la totalidad de la luz. Cristo es la luz, que alumbra a todas las iglesias.

Las siete cartas a las siete Iglesias. Todas tienen una estructura similar: una breve introducción con una presentación de Jesucristo que habla a cada iglesia, un juicio sobre la comunidad, una promesa a la fidelidad y termina con una especie de estribillo: "El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias", porque es fundamental que estén alertas a la Palabra. Las cartas tienen sabor profético desde sus inicios. Comienzan con un "Esto dice...". Así comenzaban los profetas sus mensajes. El número siete nos indica que el mensaje es para todas las iglesias, también para las nuestras de hoy, para la comunidad parroquial y para cada persona, porque todos somos iglesia.

La primera: "Al ángel de la Iglesia de Éfeso escribe así: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda entre los siete candelabros de oro: Conozco tus obras, tu fatiga y tu aguante; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin serlo y descubriste que eran unos embusteros. Eres tenaz, has sufrido por mí y no te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor primero. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes; si no, como no te arrepientas, vendré a quitar tu candelero de su sitio. Es verdad que tienes una cosa a favor: aborreces las prácticas de los nicolaítas que yo también aborrezco. Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al que salga vencedor le concederé comer del árbol de la vida que está en el jardín de Dios" (Apocalipsis 2, 1-7). Escrita a la iglesia de Éfeso, centro religioso de la región. Jesucristo se presenta con todas las galas, como el Sumo Sacerdote. Le dirige una alabanza y un reproche. La alabanza le viene de que ha sabido aguantar en la fe, rechazando a los falsos profetas que se presentaban como apóstoles, sin serlo. Y, también, de que no ha seguido las prácticas de los herejes nicolaitas. El reproche le viene de que ha decaído en su primer fervor, el que siguió a la predicación de Pablo, que fue el fundador de esta Iglesia. Si se convierte comerá del árbol de la vida, símbolo de la inmortalidad: será inmortal. Es decir, les está prometiendo la vida eterna, si vuelven a su primer fervor. En la nueva ciudad que surgirá tras el triunfo definitivo de Dios "crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año" (Apocalipsis 22, 2). El premio es prácticamente el mismo en todas las cartas. A la segunda Iglesia (Esmirna) le dirá: "Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida".

La última de las siete. "Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: Soy rico, tengo reservas y nada me falta. Aunque no lo sepas eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver. A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí: lo mismo que yo, cuando vencí. Me senté en el trono de mi Padre, junto a Él. Quien tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Apocalipsis 3, 14-22). Jesucristo se presenta como el Amén, es decir, la última palabra de Dios, su testigo fiel. Laodicea era una ciudad económicamente muy próspera. Por eso se sentía orgullosa de sí misma y sin necesidad de nada ni de nadie. El juicio es duro: ha caído en la tibieza que es el peor de los pecados, el de las iglesias de nuestro occidente cristiano, tibias y apáticas. No hay quien las mueva a nada. Viven en la sociedad del bienestar y se creen ricas con sus solemnes liturgias y sus ricas catedrales. Aparentemente lo tienen todo, pero están dejando morir al tercer mundo: no tienen el oro fino de la solidaridad, el más fino y valioso de los oros, si tenemos en cuenta el capítulo 25º de Mateo: Tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo... El Señor la va a rechazar, a expulsarla de su boca. Debe aprovechar sus riquezas para comprar el oro fino de la solidaridad con los pobres de la tierra. Está ciega y necesita limpiarse los ojos para ver de cerca esa África que, hoy, llama a su puerta. Hoy Jesucristo nos dice a cada cristiano de aquí: "Anímate, pues, y cambia de conducta. Mira que yo estoy llamando a tu puerta". Él siempre está dispuesto a entrar en la casa que le abran. Nunca forzará una puerta, pero se sentará a comer con quien voluntariamente le abra su casa. Basta oír lo que el Espíritu nos dice en la Palabra. Nos estamos jugando nuestra salvación, sentarnos en el trono de Dios.

La segunda es Esmirna, una Iglesia pobre y perseguida. Jesucristo no la acusa de nada, sólo la anima a seguir siendo fiel en las persecuciones y, a cambio recibirá la corona de la vida.

Pérgamo, la tercera, es distinta. En ella se había levantado el primer templo al emperador Augusto. Es la sede de Satanás. Jesús viene con una espada de doble filo, que es su Palabra, dispuesto a combatir las herejías.

En Tiatira, la cuarta Iglesia, hay mucha corrupción de idolatría. Jesucristo viene con poder, dispuesto a pagar a cada uno según sus obras. A los que han mantenido su fe, sólo les pide fidelidad. En Sardes se presenta como el que tiene la plenitud del Espíritu (los siete) y es duro con esta iglesia porque hay en ella mucha tibieza y más mentira.

Por último, la Iglesia de Filadelfia es animada, sin censura, porque se ha mantenido fiel en un clima de persecución y de sufrimiento. Al vencedor lo hará columna del Reino de Dios, es decir, signo de estabilidad.

PROPUESTA DE TRABAJO. Lecturas: Daniel 7, 9-14 Apocalipsis 3, 14-22 Mateo 24, 15-28 Actividades:

1. - Vamos a dedicar las tres lecturas de hoy a profundizar de manera práctica, el concepto de apocalíptica. Primero Daniel. Es una visión de Daniel sobre el tribunal de Dios, simbolizado por ese respetable anciano. Léelo despacio y mira a ver qué es lo que entiendes

2. - Más en línea profética que apocalíptica está esta carta de denuncia de Dios a la comunidad de Laodicea. Vamos a leerla aplicándonos su contenido.

3. - Mateo describe con un lenguaje de tipo apocalíptico la situación de caos y confusión que precederá a la llegada de Jesús al final de los tiempos.

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